Siempre me he considerado un privilegiado por poder asistir a las corridas en el coso del Baratillo. Me preocupa cierta decadencia de este público: varias tardes he visto indignarse con el Presidente por no dar una oreja, después de un sablazo muy malo, y obligar a saludar por unas banderillas muy mal colocadas. Para este nuevo público – en Sevilla, como en todas partes – lo importante es clavar los palos y matar al toro rápido, no bien: “en lo negro”, decían, humorísticamente, los viejos aficionados. También lamento que aquí, igual que en todas las Plazas, el público de aluvión se entusiasme con lo menos valioso: chicuelinas, manoletinas, pases del desprecio, mirar al tendido, agarrarse a los cuartos traseros… ¿Dónde ha quedado la sutil exigencia del púbico sevillano?
Después de los toros claudicantes del viernes, los de Fuente Ymbro nos devuelven la alegría: serios, con pitones, encastados y, en general, bravos: Destacan primero, segundo y sexto. El presidente le niega el trofeo a Padilla; sí se lo concede a El Fandi.
En su última temporada, Padilla está recibiendo el respeto y cariño de los públicos. El primero es noble, codicioso, galopa con alegría, algo justo de fuerzas. Lo recibe a porta gayola y con otra larga; banderillea fácil y seguro. Su faena es la de un gran profesional, muy seguro, que sabe muy bien lo que hace. Nos muestra su vertiente más clásica, corriendo la mano con mando y suavidad. La estocada queda trasera y el Presidente niega el trofeo, pedido por la mayoría: clamorosa vuelta al ruedo. El cuarto es el más complicado, sale desentendiéndose de las suertes, toma los engaños a regañadientes. Es perfectamente lógico que no banderillee a este toro: el público debía saberlo. Con mucho oficio, todavía le saca muletazos y, a pesar de los buídos pitones, mata bien, Ha resuelto perfectamente la papeleta y no recibe ni una palma: ¡qué falta de criterio!
Al Cid le toca un buen lote: el segundo es un toro bravo, que tardea pero repite con codicia. (Escucho demasiados zapatillazos de los banderilleros). El diestro se luce en detalles de buen estilo pero, por la izquierda, asoman las dudas. La espada resbala en el arpón de la banderilla. Al quinto lo colocan al relance tres veces. Después del brindis a Padilla, el toro resulta apagado pero muy manejable: mejor de lo que parecía, por la mala lidia. Manuel traza algunos muletazos con gusto, parece que va a haber faena pero la res protesta y todo se diluye. Nos acordamos de aquel Cid…

Aunque se haya empapado, la gente sale feliz: cuando saltan al ruedo toros bravos, como éstos de Fuente Ymbro, todo tiene un sentido; si no… Callemos. Ya sólo falta que gane el Sevilla.
POSTDATA. Algunos amigos sevillanos se han ido a Madrid; otros, salen rápido de la Plaza, para ver por televisión la final de la Copa del Rey. Hay muchas cosas malas en nuestra Fiesta pero no todas. A nadie se le ocurriría, aquí, pitar a nuestro Himno Nacional o a nuestro Rey, algo que a todo español le ofende. (Por cierto, me hubiera gustado ver a don Felipe en la Plaza de los Toros sevillana, el Domingo de Resurrección, honrando algo esta seña de identidad de nuestra cultura. Espero que lo remedie). En esta Plaza, ondean alegremente muchas banderas españolas. Todavía…
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