Enrique Ponce reapareció sin clamor en Aguascalientes

Al Toro Mexico. Juan Antonio de Labra
La frase del encabezado de esta crónica encierra una sentencia de vida, y resume la corrida de la reaparición de Enrique Ponce en
la Monumental de Aguascalientes después de trece largos años de
ausencia. No fue lo que el público esperaba, y se supone que tampoco lo
que quería el maestro.
Fiel a su costumbre, se esforzó por
agradar en todo momento, y acabó metiendo en la muleta a ese primer
ejemplar de su lote, un torillo cariavacado, cuyas embestidas no
terminaron por romper. Pero ello no importó demasiado a Ponce, que venía decidido a recuperar el tiempo perdido en esta plaza.
El
cuarto toro estaba fuera de tipo, tanto por su pinta como por sus
bastas hechuras, así que componía un lote que no valía. Ni hablar. A
veces la suerte también tiene sus renglones torcidos. Como el mismísimo
Dios. Enrique trató de meterlo en vereda pero el de Teófilo Gómez embestía puteando, metiendo la cara sin entrega, topando. Y así era imposible.
Y
aunque lo intentó, la gente comenzó a desesperarse, con justa razón, y
le exigió dar por terminado aquel bosquejo de faena de la que salió en
blanco, con las manos vacías.
Ginés Marín
volvió a enseñorear su proyección, y al segundo, un toro bajo, recto de
lomo, estrecho de sienes y de bonita lámina, lo toreó de menos a más
hasta que acabó dándole tres series de naturales de excelente factura.
Una estocada
perpendicular y algo desprendida, no fue óbice para que le entregaran
una merecida oreja, minutos antes de que se viera imposibilitado de
redondear el triunfo con el quinto, un toro que también fue protestado
de salida, y que no dio opciones de lucimiento, por más intentos que el
jerezano trató de hacer a lo largo de su faena.
Aunque la
faena careció de templanza en sus procedimientos, sí que hubo entrega y
verdad, y no escatimó ni un ápice para tratar de entusiasmar a sus
paisanos.
Así el robó series de recibo acabado
en las que intercaló muletazos cambiados por la espalda para imprimir
dinamismo y recursos ante un toro que embestía con su punto de
transmisión pero sin buen estilo, ni mucho menos. No estuvo fino a la
hora de matar y perdió la oreja que quizá le hubiesen concedido.
Ficha
Aguascalientes, Ags. Plaza Monumental. Séptimo festejo de feria y quinta corrida. Más de dos tercios de entrada, en tarde calurosa, con algunas ráfagas de viento. Toros de Teófilo Gómez, desiguales en presentación (1o. y 5o. protestados por su escasez de trapío), de poco juego en su conjunto, salvo del 2o. que fue enrazado. Pesos: 508, 512, 494, 535, 503, 542 kilos. Enrique Ponce (tabaco y oro): Oreja con algunas protestas y silencio. Ginés Marín (tabaco rubio y oro): Oreja y silencio. Luis David (azul marino y oro): Ovación y ovación.
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