También corta un trofeo Octavio Chacón en una gran corrida de Fuente Ymbro
Diego Urdiales, al natural con el estupendo cuarto toro - Paloma Aguilar
Madrid
Felicísimo final de la Feria de Otoño: Diego Urdiales corta tres orejas y abre la Puerta Grande, en una de las tardes más felices de su vida, en la que despliega toda su torería. También Octavio Chacón corta un trofeo, sufre varios percances, luce su profesionalidad y roza la salida en hombros. Propician el éxito los toros de Fuente Ymbro, astifinos, encastados, con movilidad y emoción; de excelente juego, primero, tercero y cuarto.
Con su gran faena de Bilbao, el riojano Diego Urdiales ha vuelto a mostrar por qué es predilecto de cierto sector de aficionados: tiene naturalidad clásica y torería. El primer toro embiste con violencia, la pelea resulta emocionante. ¿Acabará mandando el toro o el torero? Diego traga, aguanta parones, dibuja muletazos clásicos en una faena que va a más. Como el trasteo ha sido desigual, prolongado, suenan dos avisos pero la estocada es buena y se concede la oreja. El cuarto saca un fondo de gran nobleza, que le permite a Urdiales sentirse plenamente a gusto, sacar su mejor versión, con naturales clásicos que levantan un clamor. Se vuelca en la estocada: dos orejas. Da dos vueltas al ruedo; la segunda, con la bandera de La Rioja. También se pide la vuelta para el toro (la merecía más el tercero).
Después de catorce años como matador, el gaditano Octavio Chacón se ha convertido –junto a Emilio de Justo y Pablo Aguado– en la gran revelación de la temporada. No es un artista exquisito sino un lidiador clásico; no se pone bonito, delante de los toros, sino que intenta dominarlos. Eso ha sido siempre el toreo (aunque, ahora, algunos lo olviden). Ejemplo claro: no desmaya el capote, de salida, sino que usa los vuelos para comprobar las embestidas, por los dos lados. Siempre se ha hecho así, cuando los toros tienen casta. Si salen ya como si estuvieran picados, no hace falta... El tercero es un mansote que huye del caballo, embiste a oleadas, con peligro. Octavio lidia con profesionalidad. Se dobla bien, rodilla en tierra, pero el toro vuelve rápido. El diestro alarga la embestida, con gran oficio, hasta que sufre una fuerte voltereta: una faena de las de antes, de gran mérito y emoción, jugándose el tipo pero sabiendo muy bien lo que hace. Estocada: oreja. El quinto derriba y, al huir, arrolla a Chacón. En la muleta, huye descaradamente. Vuelve a mostrar su gran oficio Octavio pero no hay forma de sujetarlo y no logra redondear un triunfo que ha rozado.
Después de su gravísimo percance, el toledano David Mora ha firmado algunas faenas notables. Recibe con lucidas verónicas al tercero. Saluda Ángel Otero, por dos grandes pares a un toro que galopa y humilla. Los muletazos estéticos de David Mora suscitan división: muchos se ponen de parte del gran toro, muy aplaudido. Mata mal. El sexto se parte la pata en banderillas. Al sobrero, de El Tajo, que flaquea, le da distancia y traza muletazos elegantes pero ésta no ha sido su tarde.
Cuentan que, al salir de una de sus visitas al Museo del Prado, le preguntaron al genio Salvador Dalí qué era lo más moderno que había visto. Indignado, rugió, más que contestó: «¡Velázquez!» Tenía toda la razón. Lo clásico es lo que no pasa de moda, lo que no se puede hacer mejor; en términos taurinos, lo más «arrematao». El aroma del clasicismo siempre emociona al que no tenga el olfato pervertido por moderneces: lo hemos disfrutado, esta tarde, con la torería de Diego Urdiales y la profesionalidad de Octavio Chacón.
Postdata. Me despido, por este año, de Las Ventas. (Si esto fuera cierta Tesis, citaría, en la bibliografía: Voir: Plaza de Toros de Madrid). La tarde de la última corrida, con los toros de Partido de Resina, estaré yo en la Feria del Pilar. Con el cierre invernal, deberán intensificarse las obras de restauración y reforma de la Plaza: un tema trascendental, del que quisiéramos tener más información.
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