Adrien Salenc triunfa con el excelente segundo de la variada novillada de Los Maños con un segundo excelente
El pitón se hunde en el muslo izquierdo del novillero Alejandro Mora - Fabián Simón
Chinchoso fue un excelente novillo, una pintura de la sangre brava de santacolma que se cría en las primeras estribaciones del Pirineo, en las Altas Cinco Villas. A Chinchoso le sacudieron fuerte en varas y aún así llegó nobilísimo e incansabe a la muleta del francés Adrien Salenc, que le compuso una faena variada, larga, y que fue a más conforme se fue acoplando con la embestida del cardenito.
Tan noble y repetidor fue Chinchoso, un dulce, que le permitió a Salenc mostrar todo su repertorio, de menor a mayor acierto conforme se iba ajustando y pasándose más cerca al novillo. La estocada le valió para cortar dos orejas y abrir la puerta grande, a la vez que se pidió con fuerza la vuelta al ruedo. Pero Chinchoso se quedó sin premio. Eso sí, con una ovación de gala en el arrastre.
La novillada de Los Maños resultó un tanto desigual en presencia y no defraudó en su juego, especialmente en la suerte de varas. Ante el caballo ofrecieron su casta y les pegaron fuerte. Los mejores, primero, segundo y cuarto; este el más serio que puso al público en pie con sus alegres arrancadas y fue bien picado por Gabriel Gutiérrez.
El balance silencioso de Juanito no hace justicia a su buena tarde en la Misericordia. Entonado y acertado con el noble primero, que acabó rajado; y firme y atacando al cuarto, que después de un tercio de varas de bravo, planteó sus problemas en el último tercio.
Salenc lo intentó sin opciones con el parado quinto, y Alejandro Mora anduvo muy dispuesto con el tercero, muy justo de poder. Al astifino que cerró plaza lo toreó con buen aire con el capote. Otra pelea jaleada ante el picador y brindis al público. Encastado el de Los Maños y esfuerzo del torero.
Había que poderle mucho, y en esa lucha llegó la cornada. Un derrote seco que le alcanzó de lleno en el muslo izquierdo, arriba, el terrible Triángulo de Scarpa. La sensación fue de cornada fuerte.
Un final de sangre para una tarde de gloria. La puerta grande y la de la enfermería abiertas.
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