Eso; ¿por qué no hubo triunfos si hubo toros? Ya se sabe que los toros encastados no son fáciles, no admiten errores y exigen muletas poderosas y cabezas inteligentes. Y no siempre están los hombres de luces con la inspiración a tono para afrontar tal papeleta.
Perera solo cortó una oreja al toro de la vuelta. Quizá, si la estocada no hubiera caído trasera y caída, hubiera paseado los dos apéndices, pero… Se le vio, no obstante, transfigurado con la muleta en las manos. Se hincó de rodillas en el centro del ruedo y allí dio dos pases cambiados por la espalda que cerró con el de pecho en un instante cargado de emoción. El toro, repetidor, largo recorrido, con prontitud y fijeza en su embestida, le permitió que se luciera en un par de tandas con la mano derecha en las que sobresalieron muletazos largos y hondos. Sufrió un desarme tras un natural de categoría y aún dibujo otros más del mismo tenor. El toro, de menos a más, contribuyó sobremanera a una tanda final de derechazos sencillamente excelente.
Espectacular fue el tercio de banderillas del quinto, otro animal encastadísimo, alegre y fiero, que había metido los riñones en el caballo, y desafió engallado a los subalternos. Extraordinario su galope, como lo fueron el primer par de Javier Ambel y Vicente Herrera, y la lidia capotera de Curro Javier, que embelesó al respetable y este le obligó a saludar.
Decepcionó ese toro en la muleta. Desbordó por momentos a Perera, pero se cansó a mitad de faena y acabó rajado en tablas. Queda la incógnita de si se cansó o se aburrió ante la sosería del torero.
Casi curioso es el de El Cid. Antaño deleitó a todos con el mejor toreo clásico, y con el paso del tiempo ha aprendido a torear mal. No es el mismo torero. Se lució a la verónica en su primero, pero en cuanto tomó la muleta se lo comieron las prisas. No había transcurrido un minuto y ya había dado tres tandas de derechazos olvidables. No, hombre, no. No se puede pintar un cuadro en el tiempo de un café. Demasiada celeridad.
Y si mando ni reposo ante el noble y encastado cuarto, que lo superó de principio a fin.
Las prisas de El Cid contrastaron con la serenidad de Ureña. Fue verlo en el centro del ruedo con el capote a la espalda, en el primer toro de Perera, y todos se percataron de que allí había un torero. Las gaoneras no surgieron con la limpieza deseada, pero quedó sensación de grandeza. No tuvo el murciano el mejor lote, y su decisión no encontró el efecto soñado.
DOMECQ / EL CID, PERERA, UREÑA
Manuel Jesús El Cid: pinchazo y estocada (ovación); estocada caída (silencio).
Miguel Ángel Perera: estocada trasera y caída (oreja); estocada (ovación).
Paco Ureña: estocada (ovación); pinchazo y media estocada (silencio).
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