El coronavirus aleja aún más el objetivo de erradicar la carestía extrema, según la Cepal. En el horizonte más optimista, el 5,7% de su población estará en esa situación en 2030; en el más pesimista, el 11,9%
Ignacio Fariza
Madrid
El País
Del bajo crecimiento a la recesión, sin solución de continuidad. El coronavirus ha transformado el sombrío horizonte económico en América Latina en el peor en más medio siglo, como recuerda a EL PAÍS el jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI) para la región, Alejandro Werner. El brazo económico de Naciones Unidas para el desarrollo del subcontinente, la Cepal, se ha sumado este viernes al pesimismo sobre el frenazo de la actividad a escala global y sobre el golpe que va a hacer en una región siempre expuesta a los vaivenes de las materias primas, la manufactura, el turismo y las remesas. El choque será especialmente fuerte en una métrica clave del desarrollo social: la pobreza extrema. Según las cifras del organismo, si el avance de la pandemia provocase una caída del 5% en el ingreso medio de la población activa, el número de latinoamericanos en pobreza extrema pasaría de los 67,5 millones actuales a 82 millones. Si la merma de ingresos para la población económicamente activa fuese del 10%, esa cifra se dispararía hasta los 90 millones de personas.
Incluso antes de la llegada del Covid-19, la región no iba en buena dirección para acabar con la lacra de la pobreza extrema una década vista, tal como marcaba la hoja de ruta de la ONU. Tras una década larga de mejora, la tasa de población en situación de carestía extrema en América Latina —de por sí la región más desigual del mundo— lleva algo más de un lustro encadenando aumentos sobre unas bases ya muy altas: del mínimo de 2012 (8,2%) se ha pasado hasta superar con creces el doble dígito. El bajo crecimiento y la menor pujanza redistributiva de muchos Gobiernos de la región ya se habían dejado sentir en los últimos tiempos en un indicador clave del avance social, pero la pandemia es la puntilla: sin el efecto Covid-19, este indicador habría alcanzado el 10,7% a finales de este año; con el coronavirus ya en el mapa de riesgos, se disparará hasta el 13,3%.
En el nuevo escenario, los cálculos más optimistas (que
contemplan una reducción de la desigualdad del 1,5% y un aumento del PIB
por habitante del 5%) apuntan a una pobreza extrema en el entorno del
2,9% en 2030; y en el más pesimista (sin cambio en el patrón
distributivo y con un crecimiento per cápita del 1%), ligeramente
inferior al 9%. Pero la sacudida del virus sobre los cimientos mismos de
la economía es la puntilla: hoy el cálculo más optimista apunta a una
pobreza extrema del 5,7% de la población en 2030 y en el más pesimista,
el 11,9%.
En el plano macroeconómico, la Cepal prevé un golpe múltiple para América Latina, fundamentalmente a través de seis canales: la disminución de la actividad económica en sus principales socios (Estados Unidos, Europa y China), abaratamiento de las materias primas, interrupción de las cadenas mundiales de valor, menor actividad turística, reducción de las remesas e intensificación de la aversión al riesgo en los mercados mundiales. “Estamos ante una profunda recesión”, ha alertado. Todavía es pronto para poner cifras, pero la Cepal cree que la previsión inicial de impacto, del 1,8% del PIB, ya se ha quedado obsoleta. “Si le sumamos el impacto que está teniendo en EE UU y Europa, más allá de China, ya hablamos del 3% o el 4%”. Aunque la dentellada económica de las medidas de distanciamiento social va a ser fuerte, Bárcena ha hecho un llamamiento a mantener o aumentar las medidas aplicadas hasta ahora: “Si no cumplimos las cuarentenas en América Latina y el Caribe el impacto económico será mucho mayor”, ha sentenciado.
Como respuesta a este nuevo panorama económico, ha dicho la
jefa de la Cepal, “la integración regional es crucial para enfrentar la
crisis, más allá de las diferencias políticas. Lo más urgente es
reconstituir las cadenas regionales de valor para disminuir la
volatilidad externa. Es, quizá, una oportunidad para mirarnos hacia
dentro”. Esta vez “el salvavidas no van a ser las materias primas: el
impulso va a venir de los paquetes fiscales”. Y América Latina “carece
del espacio suficiente" para responder a la coyuntura con el mismo brío
que las economías avanzadas. Ante esa tesitura, ha agregado, la opción
más conveniente sería que la comunidad internacional apoyase a los
países de renta media mediante un “recorte o reperfilamiento” de su
deuda. “Necesitamos medidas que están fuera de la caja, innovadoras:
necesitamos que el FMI y el Banco Mundial nos ayuden”.
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