Crónica de la segunda corrida de la Feria de San Isidro 2024
Mundotoro
Es la verdad la clave en el toreo. Y la entrega más absoluta. La prueba máxima de valor, que siempre suele ir alejada de cualquier demostración. Llegó Román con la desnudez de su traje de luces a jugarse la vida en la segunda de la Feria de San Isidro. Una importante tarde que se saldó a un paso de la Puerta Grande. Una faena de un toreo más reposado y de trazo largo frente a un importante toro de Fuente Ymbro; y otra de reconocimiento y mérito total. Y ni una pipa en los tendidos. La verdad arruina a todos. Llevó Ricardo Gallardo una corrida de imponente presencia, con el cuajo y la expresión que da la edad, que, además, dio opciones. Muy preparada y musculada, la movilidad fue su mayor virtud. Con toros más para el torero y otros para el público, como el tercero, que terminó mandando a la enfermería a Leo Valadez, en una tarde en la que El Fandi dio muchos pases sin llegar a los tendidos.
Cuando más molestaba el viento, Román se fue a los medios, para comenzar la faena al segundo, un ejemplo perfecto entre trapío y armonía -para recelo de Sevilla– que acometió con prontitud en el caballo, aunque no se terminó de ver su fondo de bravo. Eso sí, lo midieron en el castigo y llegó a la franela con poco desgaste. Esa embestida de ímpetu desbordada tuvo que reducirla Román con una muleta al servicio del viento. Apostó el valenciano en un ejercicio de generosidad siempre en Madrid al borde de la soga, hasta que salió el fondo del astado y una embestida llena de emoción, transmisión y humillación. Más en el tercio, con viento y embestida más atemperados, dejó Román la muleta en varias series vibrantes, de trazo largo y poderoso. El final por abajo crujió Madrid. Así como la estocada, con la pureza y verdad que requería tal cabal bravura. La trayectoria de la espada fue contraria y algunos segundos dieron más solemnidad a la muerte. Paseó una oreja con unanimidad.
Como lo fue la faena al quinto, con el que se jugó la vida en una faena que recordó en el ambiente a otra de las más célebres de Román en Madrid -la del toro de Baltasar Ibán-. Lleva el valenciano una trayectoria en Las Ventas marcada a golpe de percance y demostración de valor bajo la mirada siempre de la entrega más desnuda: la de la vida. Siempre en el límite entre la gloria y el percance, Román se fajó con la embestida a base de exponer. Los muletazos conseguidos eran una oda a la verdad, al arrojo, a la gallardía. Un examen de tensión para los corazones en un público que acabó entregado a Román, que ya tocaba la gloria de Madrid en su tarde más rotunda. Sin embargo, la trayectoria de la espada -trasera y atravesada- le llevó al verduguillo, donde se marchitó la Puerta Grande. La vuelta al ruedo valdrá en el cómputo de la feria mucho más que algunas orejas.
La corrida de Fuente Ymbro fue interesante para el público, más compleja en algunos toros para el torero. El tercero, muy en la línea de Jandilla por su astracanada testuz y su conformación acodada de pitones con el nacimiento hacia atrás, tuvo esa movilidad mentirosa siempre ligada al genio y la aspereza, alejándose de la entrega. Un gañafón siempre violento complicaba la limpieza y daba fuerza a un astado, que por abajo no era nadie. Mantuvo su mentalidad Leo Valadez, que sufrió dos volteretas de violencia dimensionada. En la primera, con el pitón en la zapatilla y por la cara, se libró de milagro. De la segunda, al entrar a matar, salió el mexicano con una luxación en el hombro derecho.
Tres toros tuvo que matar por este condicionante El Fandi, que siempre intentó manejar las inercias de sus toros en trasteo de muchos pases y poco eco en el público. El primero tuvo movilidad y, en ese ir y venir constante, desarrolló mayor clase por el pitón izquierdo. El cuarto, imponente desde todos los puntos de vista de sus descomunales hechuras, embistió bien en las primeras series por el pitón derecho. Eso sí, sin la movilidad de sus hermanos. Sin inercias, pero con mayor ritmo. Sin irse, sólo hasta donde se le llevaba. Se terminó viniendo abajo. Así como el sexto, que hasta ese momento dejó buenas embestidas y completó un encierro que demostró que con la verdad en el ruedo no hay empresa de pipas que valga y que la escasez de los toros nunca tiene que estar relacionado con la armonía, el trapío y el buen gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario